Con los brazos abiertos

La proverbial hospitalidad polaca siempre ha sido uno de los aspectos que más ha cautivado a los viajeros que visitan este país de puertas abiertas. Su fama bebe de lo más remoto de la historia, e incluso existen crónicas sármatas que hablan de ella, de cómo cada viajero encontraba aquí un techo bajo el que dormir y un plato caliente que comer.

Invitado en casa, Dios en casa es un refrán que nos acompaña desde tiempos inmemoriales, quizá desde aquella época. Un refrán que podrás experimentar en carne propia… ¡y en el paladar! cuando nos visites. Da igual que te alojes en uno de nuestros antiguos palacios nobles reconvertidos en hotel con encanto, en una casa rural o en algún moderno establecimiento urbano: hasta en los más vanguardistas se vive el inconfundible y tradicional carácter acogedor nacional.

La hospitalidad polaca es legendaria, entre otras muchas cosas, por nuestra gastronomía, que está estrechamente relacionada con esta reputación. Cuando hay invitados en casa, la mesa tiene que estar llena, porque una forma muy nuestra de abrir los brazos es tratar de mostrar nuestra mejor cara y, por eso, dar a probar nuestros mejores manjares.

Una forma de conocer el país y disfrutar de su hospitalidad es trazando alguna de las numerosas rutas culinarias que recorren toda la superficie de Polonia, pasando por sus ciudades monumentales, por sus espectaculares museos, sus castillos románticos, sus parques nacionales, sus santuarios, sus rutas mineras… Son una oportunidad para disfrutar de sabores regionales que conquistan los corazones a través del paladar, como dice otro de los proverbios polacos. 

¡Ven, y déjate querer!

Qué ver

Mil años de historia dan para mucho de que hablar y visitar. Qué, cómo o cuándo, eso ya es cuestión de gustos.

En tu checklist de ciudades históricas imprescindibles de Europa tiene que haber, sí o sí, al menos tres destinos de Polonia. Por antigüedad, las primeras serían Wrocław y Gdańsk, que ya han alcanzado milenio y por eso pueden presumir de una colección de arquitectura sencillamente espectacular. Además, el inconfundible pálpito innovador de Gdańsk, en la costa del mar Báltico, le ha hecho ganar construcciones revolucionarias en los últimos años. La tercera sería Cracovia, que es un cuarto de milenio más „joven” que las anteriores, pero conserva intacto su cautivador aspecto medieval; nos brinda atmósferas artísticas y fabulosos alrededores como las sobrecogedoras minas de sal de Wieliczka.

¿Pero por qué quedarse en tres? Si te fascina la arquitectura gótica, tienes que hacer hueco en tu lista para el monumental casco viejo de Toruń, congelado en el tiempo, y para el enorme castillo de Malbork, uno de los mayores del continente; ambos, igual que Cracovia y las minas de Wieliczka, son Patrimonio de la Humanidad. Y si lo tuyo es la elegancia renacentista, mejor añade Poznań o Zamość a tu plan de viaje. Esta última se considera uno de los más logrados ejemplos del concepto italiano de „ciudad ideal”, que se materializó aquí, desde cero, en el siglo XVII.

Hablamos de ciudades pero aún no hemos mencionado la capital. ¿La vas a dejar a un lado? Moderna, cosmopolita, vibrante… Derrocha energía, pero también es verde y sostenible. Y su patrimonio es casi inabarcable. Los amantes de lo clásico tienen tres palacios reales, los románticos pueden disfrutar de la música de Chopin en cada rincón, ¡hasta sentados en bancos para melómanos!, los innovadores van a alucinar con unos museos que están revolucionando el concepto en el continente, y los que pidan espacios abiertos, tienen kilómetros que recorrer por la ribera del Vístula; hay incluso un Parque Nacional a las puertas de Varsovia.

No es el único. Hay 23 en todo el país, además de 120 espacios protegidos de valor paisajístico y natural. En todos hay un gran catálogo de propuestas de turismo activo para cada cual. Incluso culturales, como la ruta temática de la arquitectura de la madera del sur de Polonia. Sus piezas más famosas son pequeñas iglesias de madera que recogen lo mejor de las tradiciones artísticas locales. No muy lejos, el Monasterio de Częstochowa es el destino espiritual por excelencia en el país, ya que preserva la venerada imagen de la Virgen Negra.

¿Y si cerramos con arquitectura industrial? El Pabellón del Centenario de Wrocław es un hito constructivo europeo, igual que las mencionadas minas de sal de Wieliczka y Bochnia, pero también puedes acercarte a antiguas minas de carbón reconvertidas en museos que pueblan el vibrante subsuelo de Silesia.

Mucho que ver, ¡tú eliges!

Patrimonio

Desde su mismísimo origen, por la sangre de Polonia corre la diversidad. Se encuentra en un cruce de caminos entre el este y el oeste, y el norte y el sur de Europa. Por eso aquí puedes encontrar influencias y manifestaciones de casi todos los movimientos culturales que han recorrido el continente. No es solo cuestión de arquitectura, también de tradiciones, naturaleza e incluso de gastronomía. La riqueza y la pluralidad de nuestro patrimonio, ya sea tangible o inmaterial, es una de las facetas que más sorprende y que más valoran quienes nos visitan.

Esta diversidad está presente en casi cada rincón y, por supuesto, también en los 17 espacios que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. Uno de ellos es un antiguo bosque primario que se conserva intacto desde hace cientos de años, la llamada Selva de Białowieża, que constituye uno de los últimos vestigios de los grandes bosques húmedos europeos donde todavía podemos encontrar, entre una fascinante colección de especies, bisontes en estado salvaje. Justo en el otro extremo del país, en la frontera entre Polonia y Alemania, y también en las antípodas conceptuales, sorprende otro fascinante espacio natural, aunque este en forma de fantasioso jardín de estilo inglés: el Parque Nacional Mużakowski.

La región del país que se lleva la palma en cuanto a monumentos Patrimonio de la Humanidad es Małopolska. De hecho, su capital, Cracovia, fue uno de los privilegiados que apareció en la lista inaugural de la UNESCO, allá por 1978. Lo hizo junto a otros dos monumentos de Europa: la catedral de Aquisgrán y, precisamente, las cercanas y monumentales minas de sal de Wieliczka, que quedan a tiro de piedra de la ciudad.

Descubre todos estos monumentos aquí y prepara tu plan de viaje.

Ciudades, castillos, monumentos de la ingeniería… Igual que la identidad cultural de Polonia es, desde su origen, diversa, también lo es su patrimonio. Atrévete a bucear por los cientos de rincones fascinantes que te están esperando en este país donde la pauta es la sorpresa.

Tradiciones

Hay muchos caminos para adentrarse en Polonia. Y quizá el de sus tradiciones sea uno de los más fascinantes. Porque recorre algunos de sus rincones más remotos y genuinos, donde no suele faltar la inquebrantable hospitalidad de su gente.

El Domingo de Ramos, por ejemplo, es un día muy especial. En vez de ir a la iglesia con un ramo de laurel, como ocurre en España, se hacen desfiles y procesiones que recorren los caminos de los pueblos y las calles de las ciudades, donde las protagonistas son palmas coloridas que alcanzan varios metros de altura. Las palmas también están presentes en los mercadillos de Pascua, que se suelen montar varios días antes de la Semana Santa. Además, el Lunes de Pascua es un festivo muy celebrado que rememora tradiciones ancestrales relacionadas con el agua como fuente de prosperidad.

Visitar Polonia en Navidad es una idea fantástica que te permite vivir esta festividad desde nuestra perspectiva particular. Durante los días previos, las iglesias lucen decoradas como nunca, se celebran concursos de villancicos, mercadillos encantadores donde las protagonistas son unas características bolas decoradas a mano (como hace siglos), y se reviven tradiciones gastronómicas ancestrales, tanto las rurales como las de los antiguos palacios nobles. Después de una primera toma de contacto con los mercadillos navideños de las ciudades, no hay nada como viajar a los pueblos para descubrir tradiciones que han perdurado durante los siglos; en esa época son especialmente pintorescas las localidades de las montañas al sur del país.

Estas fiestas suelen ser ocasiones perfectas para regresar a casa pertrechados de recuerdos muy originales: bolas de Navidad, palmas del Domingo de Ramos o huevos de Pascua, que también es tradición pintarlos a mano. Por suerte, uno de los grandes tesoros de la artesanía nacional se produce durante todo el año. Hablamos de los encajes de Koniaków, un pueblo de la región de Silesia donde se preserva una tradición con dos siglos de antigüedad. Consiste en confeccionar a mano manteles, visillos, fulares, vestidos e, incluso, piezas de ropa interior que llegaron a provocar una „guerra de encajes” en el país.

Los polacos están particularmente orgullosos de su gastronomía tradicional, que conforma uno de los pilares del patrimonio nacional. El célebre queso de oveja oscypek, que se elabora entre mayo y septiembre en humildes cabañas de madera en las montañas del sur, es uno de sus mejores estandartes.

Pero si hay una tradición que destaca sobre el resto, es también la que más se disfruta cuando llegas a Polonia: la de su proverbial hospitalidad.

Cultura

Seguro que conoces más artistas polacos de los que imaginas. ¿Te suena Andrzej Sapkowski? Es el autor de la saga de novelas que ha inspirado la serie y el videojuego The Witcher. ¿O Roman Polański? El oscarizado director de El Pianista vivió y pasó su infancia en Cracovia. ¿Y un tal Fryderyk Chopin? El compositor romántico, que luego se hizo llamar Frédéric, nació muy cerca de Varsovia.

Sus piezas suenan por toda Polonia, aunque en ningún lugar se disfrutan tanto como en el parque de los Baños Reales de Varsovia (Łazienki), donde hay una enorme estatua del genio, bajo la que se interpretan sus mazurcas, polonesas, valses o nocturnos inspiradas en la música tradicional polaca. Por todo el país se celebran festivales de música clásica de calado internacional, y casi cada ciudad presume de auditorios modernos donde una acústica exquisita es la norma.

La cultura y el arte son un leitmotiv fantástico para un viaje idílico por Polonia. Igual que la historia nacional, que casi todo el mundo estudia con devoción, cuida con mimo y rememora con pasión. De ello da buena cuenta una de las mayores recreaciones históricas del continente: la de la Batalla de Grunwald de 1410, que fue uno de los mayores enfrentamientos de la Europa Medieval, entre el ejército de la alianza de Polonia y Lituania, y el de la orden de los caballeros Teutones. Visitar el que fue su principal castillo, en Malbork, es una experiencia sobrecogedora que te traslada a una cruel época de asedios. Otro gran evento histórico que deja boquiabierto es el Festival de los Vikingos, en la isla de Wolin, junto a la costa del Báltico, donde se recrea un mercadillo de artesanos, se canta y se lucha como entonces.

Durante la temporada de festivales de música al aire libre, a Polonia llegan las mejores bandas internacionales del momento. Pero la experiencia también es histórica. El Orange Warsaw Festival, en el Estadio Nacional, viene siendo uno de los eventos de referencia de la última década en el centro de Europa. Aunque nada tiene que envidiarle su hermano mayor, el Open’er Festival de Gdynia, que se celebra en la costa del Báltico y este año cumple 20 ediciones.

La escuela de cine polaca es uno de los grandes tesoros culturales del país. No se trata solo de Polański, seguramente también te suene Agnieszka Holland, Krzysztof Kieślowski o Andrzej Wajda. Y más recientemente, el oscarizado Paweł Pawlikowski por su Ida. Pero son solo la punta del iceberg. Una buena manera de „bucear” por la arquitectura de las ciudades que se convierten en imágenes de cine es aprovechar los festivales con luz e iluminación de protagonistas: el Light Move Festival de la ciudad más cinematográfica del país, Łódź, o el Bella Skyway Festival de Toruń.

De todas formas, el arte polaco está presente en cada esquina. Basta pasear por las calles de sus ciudades para toparse con inmensos murales de arte urbano donde lo mismo una niña riega una planta que se homenajea a David Bowie. Aquí te dejamos nuestra guía de paseos con arte.

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