Residencias de los aristócratas
En Polonia los nobles constituían hasta un 8 % de la sociedad, frente a la media del 2 % de otras monarquías europeas a finales del siglo XVIII. Muchas de sus residencias no han sobrevivido e incluso actualmente se encuentran fuera de las fronteras polacas, pero cabe la posibilidad de organizar escapadas para conocer Polonia desde este punto de vista. Para empezar, en la propia Varsovia, la Ruta Real está flanqueada por los palacios aristocráticos que hoy son sedes de instituciones públicas, como el Palacio Presidencial, o privadas como el hotel Raffles, además de muchos más: el Palacio de los Krasinski, el Belweder
Los Potocki, los Radziwiłł, los Lubomirski, los Czartorski, los Branicki y unas cuantas familias aristocráticas más nos legaron sus residencias en diferentes partes de la actual Polonia.
Viajando por la franja oriental del país encontraremos el Palacio de los Branicki, en Białystok y, a lo largo del Vístula en su tramo entre Varsovia y Cracovia, con el Palacio de Kozłówka, Krzyżtopór, Baranów Sandomierski y Łańcut, entre otros. Nacionalizados después de la Segunda Guerra Mundial, algunos desempeñan un papel educativo reconvertidos en museos, como el Palacio de Kozłówka, y otros un rol cultural como escenarios de eventos: el Palacio de Łańcut alberga, desde hace décadas, un festival de música que rinde homenaje a sus antiguos propietarios, que organizaban veladas musicales desde principios del s. XVIII. El castillo renacentista de Baranów Sandomierski se ha rehabilitado como hotel histórico, por lo que puede ser un buen alto en el camino cuando se viaja por el suroeste de Polonia. Lo mismo sucede con el de Krasiczyn que, rodeado de naturaleza, es también una oportunidad para el turismo activo por la zona, con opciones de senderismo, bicicleta y paseos a caballo. Krasiczyn se encuentra a pocos kilómetros de Przemyśl, la última gran ciudad antes de la frontera con Ucrania.
En la franja oeste del país, en la región de Polonia Mayor, la nobleza tenía fama de ser muy emprendedora: además de ostentar sus títulos, gestionaban bien sus negocios, principalmente agrícolas, lo cual les permitió construir sus residencias alrededor de la capital de la región, Poznań. Los habitantes de esta parte de Polonia, fueran nobles o no, siempre gozaron de la fama de ser muy prácticos y ahorradores, rasgo que ha quedado plasmado en las residencias que se conservan hasta la fecha, entre las cuales destaca el Palacio de Kórnik. Se construyó en el s. XIV para la familia de los Działyński, aunque su actual aspecto, neogótico, refleja las tendencias historicistas surgidas en el s. XIX. Una de sus alas recuerda también el arte indo-islámico, con sus característicos motivos decorativos. A diferencia de otras residencias nacionalizadas, todo el recinto palaciego de Kórnik fue donado en 1924 por su último propietario, Władysław Zamoyski, al estado de Polonia. En un radio de 50 km alrededor de Poznań, se encuentran también el Palacio de Rogalin, residencia de los Condes Raczyński. Ambos lugares se pueden visitar haciendo una escapada desde Poznań.